Historia de una tesis en Coronavirus. Parte 3: BSL3
24/04/2022
Historia de una tesis en Coronavirus. Parte 3: BSL3
24 de abril de 2022
El doctorando continuó sus experimentos, obteniendo sus primeros resultados y estaba entusiasmado. O casi. Mientras la resolución de las ayudas para contratos predoctorales se retrasaba meses y meses tuvo que lidiar con varios problemas. El más obvio, el problema económico. Sin contrato cuesta más llenar la nevera y llegar a final de mes. El casero no entiende que estos contratos tarden en ver la luz. Afortunadamente, pudo salir adelante porque no estuvo solo.
Otra de las consecuencias de no tener aún contrato es que no se le consideraba personal laboral en el centro de investigación. Por esa razón, no tenía acceso al laboratorio de seguridad biológica de nivel 3, o BSL3 por sus siglas en inglés. Es decir, no podía trabajar directamente con el MERS-CoV. Tenía que conformarse con realizar los análisis oportunos fuera del BSL3 con las muestras, de nuevo, de otra persona con más rango y más antigüedad. Casi un año después de estar trabajando, firmó su contrato. Por tanto, podía empezar su entrenamiento para acceder al BSL3.
Entrando al laboratorio de nivel de seguridad 3
La primera vez entrando él solo fue muy emocionante. Una llave magnética abría una puerta neumática que daba acceso a la entrada. Una vez cerrada tras de sí, otra puerta permitía acceder al vestuario. Ahí, había que quitarse toda la ropa y colocarse el equipamiento de protección individual. Calzoncillos desechables, pijama, calcetines, zuecos, mono, calzas, mascarilla FFP3 y dobles guantes sellados con celo. Completamente protegido, tocaba salir del vestuario a un corto pasillo que conectaba con tres sub-laboratorios para trabajar con distintos patógenos.
El sub-laboratorio de Coronavirus estaba al fondo. Una vez allí, faltaba añadir un tercer par de guantes y un capuz conectado a un sistema de filtración de aire enganchado a la cintura. Con todo ese equipamiento, se podía empezar a trabajar. Había un ultracongelador con cientos de tubos llenos de distintas especies de coronavirus; un incubador a 37 ºC con células de los experimentos en marcha; y una cabina de trabajo con flujo laminar donde manipular virus y células.
Había que mantener precauciones extra en comparación a los experimentos realizados en un BSL2. Por ejemplo, después de infectar células en una placa y antes de sacarlas de la cabina de trabajo era necesario introducir introducirlas en una caja de metacrilato. Esta caja era desinfectada con un spray especial. Además, el tercer par de guantes se desechaban en un recipiente que había dentro de la cabina y se desinfectaba el segundo par antes de sacar los brazos de la cabina. Antes de volver a la cabina, era necesario vestirse con un nuevo juego de tercer par de guantes.
Cerrando el círculo
Cuando un experimento había terminado, tocaba extraer las muestras de células infectadas. El procedimiento implicaba asegurarse de que no quedaba ápice de virus infectivo en las muestras. Para ello se utilizaban sustancias químicas especiales. Si eran muestras delicadas, se introducían en recipientes congelados. El personal de Bioseguridad se encargaba de hacerlo pasar todo por una máquina especial que aseguraba una desinfección total y amablemente lo devolvían al laboratorio normal de trabajo. De esta manera, el doctorando cerró el círculo y podía diseñar experimentos, obtener muestras y analizarlas sin depender de nadie.
Este artículo pertenece a una serie que cuenta la historia de la tesis en Coronavirus del doctor Javier Cantón: