La carrera de la vacuna de COVID-19

11/04/2020

La carrera de la vacuna de COVID-19

11 de abril de 2020

Hoy vamos a hablar de las vacunas que a día de hoy se están desarrollando para frenar la pandemia de COVID-19 causada por el coronavirus SARS-CoV-2. Las vacunas son tratamientos preventivos porque se administran antes de estar en contacto con el virus para enseñar a nuestro sistema inmunitario a defendernos. Hay que distinguirlas de los tratamientos paliativos, que se administran a un paciente infectado que está ya sufriendo la enfermedad, por ejemplo, anti inflamatorios o antivirales.

Una de las vacunas más sencillas son las llamadas vacunas de ADN. Se inyecta directamente una molécula de ADN donde se encuentran genes sueltos del virus. Una vez dentro, estos genes tienen la información necesaria para que se construyan proteínas virales que nuestro sistema inmunitario aprende a reconocer como extrañas. Este sistema se está probando en EE.UU. frente al nuevo coronavirus y está en estudios clínicos fase I. Es decir, se está administrando en pacientes sanos para comprobar que no tiene efectos secundarios. En las fases II y III se comprueba, además, que es efectiva, pero suelen hacer falta meses o años.

Las vacunas subunidad se basan en la producción directamente en el laboratorio de proteínas del virus frente al que se quiere generar la inmunidad. En coronavirus se está utilizando la proteína S porque es la más inmunogénica. Es decir, sus propiedades físicas hacen que para el sistema inmunitario sea prácticamente un extraterrestre en nuestro cuerpo, que genera muchos anticuerpos frente a él. Unos investigadores ingleses han diseñado un parche dérmico pequeño que microinyecta al torrente sanguíneo proteínas virales como esta.

Centrifugación de muestras biológicas. Pixabay.

Otra alternativa se está desarrollando en China y está ya en fase I. Se llaman vectores virales y consiste en insertar los genes de coronavirus a un virus “portador” que sea inofensivo para nosotros. De esta forma, dentro de nuestro cuerpo se forman las proteínas de coronavirus y nuestro sistema inmunitario aprende a reconocerlas durante una infección sin peligro. En China, el virus “portador” elegido ha sido un adenovirus. En España también se está usando un sistema similar usando como “portador” una variante atenuada del virus de la viruela llamado Vaccinia, que se usó para erradicar la viruela.

Un clásico de las vacunas son las basadas en virus inactivados, que no hay que confundir con virus atenuados. No son infectivos porque se han desactivado mediante calor o radiación UV, por ejemplo. La vacuna anual de la gripe es así. En coronavirus no son especialmente efectivas porque producen una hipersensibilidad que suele ser patológica en lugar de protectora.

Finalmente, las vacunas basadas en virus vivos atenuados. Estos virus sí están activos, pero se han modificado genéticamente para volverlos atenuados. La vacuna triple vírica es de este estilo. Gracias a ella, estamos inmunzados frente a las paperas, el sarampión y la rubeola desde el primer año de vida. Dan protección a largo plazo y supusieron el paradigma de la Medicina de la segunda mitad del siglo XX.

Investigador. Pixabay.

Se están realizando coronavirus vivos atenuados actualmente en España, Suiza y Alemania, y EE.UU. y China. El primer paso es conocer la secuencia genética completa del virus y generar el llamado clon infectivo, que es una enorme molécula de ADN capaz de formar partículas virales infectivas al introducirla en células. Partiendo del clon infectivo es posible generar en laboratorio mutantes del coronavirus quitándole genes y estudiando si se atenúan o no. Incluso se pueden eliminar varios genes para generar replicones, que son virus capaces solo de replicarse, sin generar virulencia.

A día de hoy no podemos ponerle fecha a una vacuna para el SARS-CoV-2. Probablemente el año que viene tengamos una primera versión que mejoraremos en los años siguientes. Sin embargo es innegable que la comunidad científica está trabajando durísimo para conseguirla cuanto antes. Por ello, debe servirnos esta pandemia para valorar la importancia de la investigación científica de cara al futuro.

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